El Palacio (La Esposa y El General)
1975
Pintura (Óleo / Tela)

Ubicación:

Sala Fernando Botero

Análisis artístico

Espacio:
La obra está construida en cinco planos. Hay presencia de perspectiva geométrica, por las líneas en diagonal que forman las paredes, el tapete, los escalones y la cama; y por la construcción arquitectónica del espacio; la variación en la escala para le representación del piso crea sensación de lejanía y profundidad. La escala en que se representan los personajes crean desproporción, confiriéndole monumentalidad a la obra. La direccionalidad es de abajo hacia arriba por la disposición de los objetos en los planos. La obra es equilibrada por la distribución de las formas en la composición, presenta simetría. El peso recae sobre los dos personajes y su distribución es desequilibrada.
 
Forma:
Presenta dibujo naturalista al reconocerse lo representado; y dibujo esquematizado para la representación del piso, el tapete, el cuadro, el espaldar de la cama y el espacio arquitectónico. La línea es delgada, continua y uniforme, presenta líneas sinuosas en los personajes, y líneas rectas, diagonales y verticales en el espacio arquitectónico. El dibujo denota reposo. Presenta contornos rectangulares para los personajes y las columnas.
 
Presenta los siguientes tonos: café, vinotinto, rojo, negro, verde, amarillo, gris y piel. Presenta saturación el café del piso, el negro de los zapatos, el rojo de las bandas y el amarillo del tendido de la cama. No existe una clara direccionalidad de la luz, la composición presenta una luminosidad pareja, sin embargo se destacan varios focos de luz: El pergamino, los guantes, la piel, la pared del fondo y los objetos amarillos; las pocas zonas de sombra se presentan para dar sensación de volumen en las formas. La textura es plana y óptica por la pincelada característica del artista.
 
 
ANLISIS HISTÒRICO:
La obra El Palacio, óleo sobre lienzo, está compuesta por dos pinturas (díptico). Se representa una pareja de cuerpo entero, de pie y de frente; un presidente militar con su esposa (la primera dama), acompañados de su pequeña mascota, un poodle. Se encuentran en una habitación anterior a la alcoba matrimonial. La posición adoptada por los personajes en el espacio, es común en el género del retrato, en especial del retrato social.
 
En la historia política, social y económica del mundo, las dictaduras militares han sido generadoras de cambios drásticos, con ideologías radicales se implantaba el orden a costa de lo que fuera. Para el caso de Latinoamérica existe una teoría: “(…) no parece exagerado pensar que en esos países escasamente desarrollados, donde las estructuras sociales son débiles y rudimentarias y los técnicos escasos, el ejercito profesional constituye una fuerza de encuadramiento, una reserva de capacidades cuya imagen (y conciencia) de eficacia le abre las puertas del poder” (ROUQUIÉ, 1984, p. 15). Haciendo una revisión de los golpes de estado en Latinoamérica, se encontró que “en 1954, trece de los veinte Estados Latinoamericanos se hallaban bajo gobierno militar. En 1980, las dos terceras partes de la población de América llamada latina vivían en Estados gobernados por regímenes militares o dominados por militares. Mas o menos para la misma época (…) ocho naciones sudamericanas, que abarcaban mas de las cuatro quintas partes del territorio continental, se encontraban gobernadas por oficiales apoyados en el poder de sus pares y de golpes de Estado más o menos lejanos” (Ibíd., p. 11-12); sin nombrar el caso de Cuba, que desde principios del siglo XX estuvo sometido a regímenes militares, con Machado y mas tarde desde los sesenta con Fidel Castro.
 
El dictador es la personificación del mando, del poder en este tipo de gobierno. “La historia de lo que generalmente se llama “dictaduras militares” contemporáneas es en realidad, la historia de las luchas de los generales presidentes por independizarse de sus “electores” para perpetuar su poder” (Ibíd., p. 208).
En la mayoría de los países latinoamericanos se vivió la hegemonía militar aplicada a problemas políticos, sociales y como manera de asegurar el poder económico.
 
En Colombia el gobierno ha sido compartido por dos partidos políticos, Liberal y Conservador; el único periodo (corto) bajo una dictadura militar lo sufrió entre 1953 y 1957; en 1953 el General Rojas Pinilla llegó al poder, mediante un “golpe de opinión” que buscaba reintegrar a la vida social a los conservadores. En este lapsus los partidos políticos tradicionales se unieron y crearon el Frente Nacional, para mas tarde retomar el poder. Después de volver al mando los gobernantes civiles fueron drásticos y rigurosos con los militares que se oponían a su mandato, sacando del camino a cualquier enemigo que pudiera derrocarlos; los militares pasaron ha ser un apoyo, guardas de este bipartidismo, aunque no les permiten volver al poder, les otorgaron autonomía en ciertos campos.
 
Las secuelas de los regímenes militares en otros países, en especial el castrista, se ven reflejadas en las ideologías guerrilleras, tanto en Colombia como en otros naciones suramericanas.
En El Palacio los dos personajes se encuentran en un espacio donde cada uno esta enmarcado por dos columnas y un arco ojival. La arquitectura del lugar presenta influencia clásica, en las columnas, y gótica en los arcos. La habitación es ostentosa, sobre el piso se ve un tapete que decora el espacio; en el fondo se observa la cama matrimonial cubierta por un tendido de color amarillo dorado, la alcoba esta decorada con una pintura ubicada sobre la cabecera de la cama.
La mujer se presenta elegantemente vestida, el traje que lleva es una variación del vestido (concebido como una pieza de una sola tela), ella viste una camisa roja y una falda verde, tiene tacones negros con correa roja; este calzado ha tenido gran popularidad entre las mujeres de occidente, siendo los más utilizados los de tres cuartos y de punta redondeada. Lleva además guantes. “Este complemento de la indumentaria masculina y femenina que protege las manos, ha pasado de ser indispensable con cualquier atuendo a principios de siglo XX a tener un papel puramente funcional y utilitario o ser mero adorno (…)” (RIVIÉRE, 1996, p. 133-134). Porta también un zorrillo que sostiene en sus manos y que pasa por detrás de su espalda. Los aditamentos de esta mujer, la ropa, las joyas y accesorios, simbolizan su alta posición social, su empeño por lucir elegante y alardear de su buen gusto y su capacidad económica.
Este tipo iconográfico se repite en Botero en diversas obras que aluden a las damas de sociedad y a las primeras damas, las cuales, en Latinoamérica se convertían en lo segundo después de ser lo primero, gracias, por ejemplo, a un aventajado matrimonio con un burgués favorecido en la arena política (La primera dama, 1967 y 1970; Dama de sociedad, 1994; Mujer con zorro, 1990, 1993 y 1998; Mujer con estola de visón, 1971); Arciniégas describió así ese prototipo: vestidas de “guantes, carterita de salón, el zorro al cuello, que parece como vivo” (ARCINIEGAS, Op. Cit., p. 42).
Esta obra recuerda, además, lo que tiene de ingenuo el mundo de Botero, tal y como lo caracteriza Vargas Llosa: “la actitud de sus personajes, la visión decorativa y afirmativa de la existencia, su defensa de la anécdota, de lo pintoresco, del folklore como medios de expresión artística, sus colores vivos y contrastados, sus tonos fuertes, saludables, optimistas y todo un arsenal de motivos asimilables exteriormente al arte popular”, tales como “los zorros de las damas encopetadas que parecen fugados de un cuento infantil” (VARGAS LLOSA, Op. Cit., p. 22-23).
La mujer esta acompañada de un pequeño perro, un poodle, la escala en la que esta representado es muy reducida comparada con la de los personajes y la cabeza del zorrillo que lleva la dama.
En la obra de Fernando Botero ha sido común la presencia de animales, gatos, toros, caballos, perros; de estos últimos el poodle ha sido su raza favorita; le ha dedicado tres obras en años diferentes y consecutivos 1969, 1970 y 1971. Esta elección del poodle como tema tal vez obedeció a las posibilidades plásticas que le pudo suscitar pintar su pelaje, sus formas y su volumen.
Arciniégas, refiriéndose a la composición de la figura en Botero, ha dicho que “un ‘poodle’ es un modelo ideal. Sentado el animalito en ancho cojín de raso; todo lo que son en esa representación blancos, rosas, grises, está fijado, sostenido en los ojillos y el hocico de azabache tres botones, tres carbones. Es la estratagema del pintor: se vale de lo inmenso para poner lo esencial en una pequeñez, tanto más expresiva cuanto más vasto es el ambiente en torno” (ARCINIEGAS, Op. Cit. p. 45).
El poodle o caniche es una de las razas de perros más apreciadas actualmente; se conoce desde hace unos cuatrocientos años, aunque no se ha establecido su zona de origen. Su versatilidad es asombrosa pues aunque desde hace algún tiempo se le tiene como un “compañero decorativo” o como atracción de circo, en el pasado era partícipe de actividades como la guerra y la caza. Los criadores lo caracterizan como alegre, amable, leal, amistoso e inteligente; por estas características, y por ser una especie que no llega hasta más de 40 centímetros de altura, fue una de las favoritas de las damas de la nobleza y la realeza, como María de Escocia y María Antonieta (Cf., TAYLOR, 1991, p. 102, 118 y 172-173). El poodle se caracteriza por sus orejas “bajas, largas y anchas [que] cuelgan pegadas a la cara”, por sus ojos “oscuros, almendrados y bastante separados entre sí”; su pelaje o manto es “abundante, de textura firme y rizado característico” (Ibid., p. 119); este pelo generalmente es esquilado en cortes “de león”, “holandés”, “de cordero” o “de cachorro”, corte que exhibe este perrito de Botero. Existen varios tamaños en el caniche: toy, hasta 28 cm., normal o standard, más de 38 cm., y miniatura, entre 28-38 cm.; esta variedad fue muy popular en la década de los años cincuenta, y quizá muchas burguesas que conoció Botero en los años de su juventud hayan tenido uno.
En la obra el Poodle aparece como posando al lado de su ama, luciendo su corte de pelo.
En cuanto al personaje lleva un uniforme militar, las piezas de vestuario que lo conforman son una combinación de uniformes. El quepis que porta es utilizado en las Fuerzas Militares y en la Policía Nacional, la insignia con alas es propia de la Fuerza Aérea. El saco de cola fue utilizado en el periodo de la Gran Colombia; son muchas las representaciones de Bolívar portando esta prenda. Las charreteras, son esos accesorios ubicados sobre los hombros, son redondos con una prolongación rectangular que llega hasta el cuello, siempre de color amarillo dorado, estos elementos son “(…) insignias y distintivos (…) resultado del primer reglamento que tuvieron nuestras Fuerzas Militares, obra del General Santander como presidente encargado del Poder Ejecutivo” (ROCA, 1998, p. 65). La insignia que lleva sobre su pecho, un sol de ocho puntas, es característica de la indumentaria militar en la República Moderna, y es otorgado a un Brigadier General. Lleva en la mano derecha un pergamino a medio enrollar, tal vez un acta, el escrito que se alcanza ha ver es ilegible, tiene una insignia dorada con cinta roja; en la otra mano lleva un sable dorado; este accesorio militar de mando comenzó ha ser utilizado desde el periodo de la Gran Colombia. Tiene pantalón café y zapatos negros con decorado rojo y amarillo.
Los dos personajes llevan una banda roja presidencial. Tanto en el vestuario como en el espacio arquitectónico existe un predominio del color amarillo dorado, este color es asociado con la riqueza, el poder y la ostentación. El vestuario, los elementos mobiliarios y arquitectónicos dignifican a los personajes. Se representa una clase social determinada por el poder y la opulencia.
En la obra de Fernando Botero existen otras pinturas que mantienen la tónica del tema militar y político; Capitán de la Policía, 1967; El Capitán, 1969; Dictador tomando chocolate, 1969, en esta obra el personaje aparece monumentalmente concebido, en relación con el tamaño de la primera dama, que no alcanza ni a llegarle a la cintura; Mariscal de Campo, 1970; Junta Militar, 1973; Ministro de Guerra, 1973; El Presidente, 1975 y 1990 (en ambas pinturas los personajes portan un pergamino que contiene un texto ilegible, similar al que aparece en El Palacio); El presidente y la primera dama, 1989, en ella los dos personajes montan a caballo en medio de la selva, ambos portan la banda presidencial.

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