El valor de un legado
El Viacrucis de Botero en exhibición en Milán, Italia
Con más de sesenta obras, esta serie de óleos y dibujos pintados por el maestro Fernando Botero en el 2011 y donado al Museo de Antioquia en el 2012, es ahora embajadora de nuestro patrimonio artístico y cultural. Un motivo de orgullo y también una responsabilidad que asumimos como el más grande honor.
Por: María del Rosario Escobar P – Directora del Museo de Antioquia
No es la primera vez que el Viacrucis de Fernando Botero sale del país para ser exhibido en un museo o sala internacional, pero sí es un momento histórico, pues esta apertura se da después de la muerte del maestro el 15 de septiembre de 2023. Y la diferencia es notoria. Hay un misterio en la muerte que nos sobreviene cuando un ser querido no ocupa más un lugar vital en este planeta, eso que llamamos legado, trascendencia o herencia. En el caso del arte, esta transformación es significativa: el mercado se manifiesta, los estudiosos también, por supuesto los museos y galerías. Se consolida un nuevo relacionamiento con el artista y su obra, pues ya todo ha quedado sellado por la idea de la posteridad. Esa manera de entender el tiempo y lo que este consolida le otorga a cualquier movimiento, palabra o acción un aire de peregrinaje. Eso lo sentimos en Medellín, eso lo volvimos a vivir en Milán.
En Italia quieren mucho al maestro Botero. Sienten que de alguna manera también es italiano al haber escogido a Pietrasanta como la tierra donde descansará eternamente. Entonces, es este país el primero en manifestarse con relación a los homenajes que se puedan hacer a través del Museo de Antioquia. Ya sabemos de esos hermanamientos entre ciudades por el fallecimiento de grandes artistas en sus tierras, y la forma como el ciclo del nacimiento y la muerte crean puentes y conexiones vitales entre naciones. El tango y Gardel son una muestra; Botero y la pintura italiana, otra.
Planear una exposición de este tipo no es tarea fácil. Tampoco es común en la gestión de nuestras instituciones. Los museos con grandes colecciones usualmente hacen intercambios y préstamos de obras entre ellos, los países contribuyen a esta tarea como una política estatal, pues el arte es también embajador y canciller. Botero lo sabía muy bien, y cuando donó la serie Viacrucis en el año 2012 lo hizo con el ánimo de que el Museo de Antioquia tuviera también una manera de participar en esta modalidad de comunicación e intercambio que nos otorga el arte. Así que para nosotros es una gran escuela y una manera estelar de contribuir a la internacionalización de nuestro trabajo y del patrimonio nacional.
El proceso inicia con una valoración mutua de los dos museos, tanto el nuestro como el que recibe. La entidad que alojará la serie debe demostrar el máximo profesionalismo en sus condiciones de cuidado y mantenimiento de las obras, así como en las mediaciones al público, la seguridad de las instalaciones y la capacidad de asumir los seguros contra todo riesgo que son reglamentarios para la salida del país de un tesoro que hace parte del patrimonio colombiano. Una vez se consolidan estas partes primordiales para iniciar las demás conversaciones, puede haber pasado más de un mes, ya que todo se debe validar con documentaciones oficiales que son propias del campo museal internacional.
Los siguientes detalles no son menores tampoco. El Museo de Antioquia exige la firma de un contrato en el que se formaliza lo complejo y también lo sencillo. En este tipo de proyectos no puede pasarse nada por alto, pues se trata de cuidar lo que no tiene remplazo y las obras en su fragilidad deben transitar por aviones, montacargas y someterse a otras condiciones que las obliga a compartir los vuelos con todo tipo de materiales. También es fundamental asegurar que el comportamiento de las autoridades de las diferentes aduanas sea correspondiente con el arte; por ello, el gobierno colombiano nos acompaña en esta parte, así como empresas especializadas. El tránsito de los huacales y su carga tiene un tiempo considerable y por ello nos involucramos tanto expertos en el transporte de carga de arte, como la Cancillería y las entidades corresponsables en ambos países. Para bien de todos, el prestigio del maestro Botero es creciente y cuando se sabe que se tiene entre manos su valiosa obra, el cuidado es extremo.
Una vez todo se ha dispuesto en el lugar de exhibición, el proceso de montaje es estándar en todas partes. Sin importar el idioma, hablamos la lengua universal del arte y la conservación. Múltiples equipos interdisciplinarios se suman, oficios diversos trabajan bajo un solo objetivo y para aquellos que amamos estos momentos, la alegría de montar exposiciones se despliega como si fuera una danza. En el caso de Milán se hizo en tiempo récord, y todo ello se logró gracias a la preparación previa que hicimos entre todos, gracias a los aprendizajes de trabajo remoto que la humanidad vivió durante la pandemia. Lo cierto es que posterior a los años 2019 y 2020 muchas cosas han cambiado y, en este sentido, las plataformas de trabajo remoto son de gran utilidad.
Quiero resaltar la respuesta de la prensa y del público en general. Fue muy conmovedor recibir de tantas personas, y todas tan diversas, un mensaje de comunión con la obra del maestro y con nuestro país. La serie Viacrucis nos habla de los martirios que hombres y mujeres de cualquier condición viven y han vivido durante siglos: la muerte violenta, el duelo, la traición, la indiferencia, la soledad, la incomprensión, todo tipo de abusos. Botero, a través de la representación de ese Jesús sometido a todos los castigos, nos ubica en la contemporaneidad de las ciudades y los pueblos del mundo. Un Cristo enorme, en el Central Park de Nueva York parece no conmover a nadie; una María, adolorida, carga a su hijo murto que vuelve a ser su niño a pesar de ser un hombre crecido. Esta y otras imágenes se suceden y vamos pensando en nuestras propias vicisitudes y, en medio de todo, y mientras tanto, el arte se hace presente con sus poderes de conexión, comunicación y permanencia. Debemos sentir mucho orgullo y apropiación del legado de Botero. Esa es nuestra herencia, nuestro deber y su mensaje de orgullo y valía para todos.