Así fueron las lecturas de La Banca Azul en el 2023

Así fueron las lecturas de La Banca Azul en el 2023

Por Francelly Tatiana Ortega

“Ver para Leer”, una frase que puede sonar redundante; parece la cosa más obvia el hecho de que leemos porque vemos; sin embargo, cuando se profundiza un poco, entendemos que no solo leemos con los ojos… A decir verdad, la lectura, ese proceso que nos permite obtener información del mundo y nutrir nuestro ser de contenidos, involucra tanto nuestros sentidos físicos, como nuestra capacidad para percibir e imaginar el mundo.

Mirar con calma, hacer preguntas a las obras de arte, entablar conversaciones auténticas con desconocidos, desplazar los sentidos de cosas que nos son aparentemente ajenas y contrastarlas con nuestras propias experiencias, puede motivar también el interés por una forma ampliada de percibir el mundo. De este modo, Ver para Leer implica que hagamos un esfuerzo por lograr ver realmente algo percibiendo sus diversas cualidades; después, intentar conectarnos con las múltiples narrativas que le atraviesan; para luego, poner esas narrativas en el contexto en el que estamos y ser capaces de vernos a nosotros (con nuestras experiencias y maneras particulares de filtrar la realidad) en ese acto de lectura. Solo entonces, podremos decir que verdaderamente vimos y leímos algo.

Pero no solo es importante ver de manera ampliada, es necesario abrirnos a percibir el mundo como una fuente inagotable de experiencia, sensación y conocimiento. Esta perspectiva crea la posibilidad de navegar el océano de información y estímulos que supone el universo lector de nuestro presente, en una deriva consciente que nos permita recolectar y seleccionar aquellos datos, informaciones, conocimientos y experiencias que coinciden con eso que hemos decidido mirar en el mundo; esto es a lo que podemos llamar consumo cultural consciente, el mismo que tiene el poder de conectarnos con el sentido ontológico de las ideas y las cosas, el que puede hacer que las prácticas culturales se conviertan en experiencias trascedentes.

En el desarrollo del programa de mediación desde la lectura La Banca Azul, esta lectura ampliada tiene como punto de partida las imágenes, a las que abordamos desde su carácter informativo, como obra de arte, esquema de representación y recurso pedagógico. Lo cual nos ha llevado a valorarlas como contenidos desde los que es posible descubrir, reflexionar, conectar con el universo simbólico y nutrirse de sus acumulados.

Al mismo tiempo, hemos podido conectar la realidad de las imágenes y lecturas abordadas con las apuestas discursivas de nuestras colecciones (bibliográfica y expositiva), siempre desde una perspectiva de las bibliotecas humanas, donde la experiencia, esa que pasa por el cuerpo y ubica la mente en el presente, es lo que da sentido al acto de leer.

Durante el 2023 la imagen fue el punto de partida para encontrarnos. Bien sabemos que sus lecturas, interpretaciones y sentidos pueden llegar a ser infinitos y fue precisamente al explorar esas diversas posibilidades como logramos conectar con la experiencia de vida de quienes se implican en el desarrollo de acciones como Ver para Leer, Lecturas con la Bancacicleta, Visual Lab y Vení Conversemos; acciones desde las que reconocemos la importancia de las memorias vivas y de las historias de vida de las personas que participan de las invitaciones que hacemos para que surjan el encuentro, el diálogo, la conversación y las preguntas auténticas.

Por todo lo anterior, este año decidimos apostarle al reconocimiento del impacto del lenguaje visual de la forma particular en la que cada persona mira el mundo, haciendo que la temática central de nuestro hacer en el primer semestre fuera los símbolos del presente, buscando identificar cuáles son esas imágenes y objetos en los que se anclan las representaciones que nuestros participantes construyen respecto a sus realidades; encontrando que para muchos de ellos y ellas la casa se constituye en ese símbolo de la noción del yo, lo personal, íntimo, anhelos, sueños, estabilidad, afectos, motivación y bienestar.

Por esta razón, en el segundo semestre la casa se convirtió en esa sombrilla temática que nos permitió hablar de los sueños, expectativas, formas de habitar y reconocerse; al tiempo que llegamos a una reflexión ampliada respecto a un concepto que el Museo ya venía trabajando: el Museo como casa. Pensar al Museo de Antioquia como una casa para todxs, en contraste con los imaginarios de nuestros participantes, implica un reconocimiento mutuo que se sustenta en los lazos de afecto que buscamos cultivar y que, con gran satisfacción, hoy podemos evidenciar como un hecho.

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