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La Consentida es: Medellín de Adolfo Bernal

La exposición “La Consentida es Medellín de Adolfo Bernal” es el resultado del proyecto “Camuflaje de límite”, que fue seleccionado en la convocatoria de la residencia de investigación y creación de nuestro programa La Consentida. Esta iniciativa del colectivo Laboratorio de Performance, integrado por Alejandra Tobón y Juan Camilo Londoño, propone una reflexión sobre las fronteras físicas y mentales que delimitan los espacios urbanos; en este caso, la Plaza Botero. Durante cuatro semanas, Juan Camilo y Alejandra desarrollaron seis acciones performativas; por ejemplo, construyeron una escalera de madera para cruzar las vallas que cercan la Plaza Botero y expidieron certificados simbólicos que autorizaban a los transeúntes a circular libremente por el espacio público.

Los resultados de estos y otros experimentos sociales que realizaron en los alrededores del Museo se reúnen en La Consentida para conversar con “Medellín”, una obra que el artista Adolfo Bernal creó en 1980 para “darle voz a la ciudad; a sus espacios azarosos y congestionados (…) a su historia violenta y resiliente”. “Medellín” y otras piezas de la colección del Museo se unen a “Camuflaje de límite” en esta exposición que, a través del absurdo y la ironía, propone reflexiones críticas sobre la lógica de admisión y exclusión social.

En esta entrevista Santiago Vélez, artista y curador de este proyecto, conversa con Juan Camilo y Alejandra sobre esta exposición que nos habla de fronteras, migrantes y paz.

Santiago Vélez, curador La Consentida:

¿Quiénes conforman Laboratorio de Performance?, ¿cómo empiezan a trabajar juntos?

Laboratorio de Performance (Alejandra Tobón y Juan Camilo Londoño):

Somos un colectivo artístico que indaga, principalmente, los lenguajes del arte de acción y el experimento social. Nosotros somos pareja hace cuatro años. Yo soy artista plástico y Aleja es periodista y comunicadora. En nuestras conversaciones, nos dimos cuenta de que teníamos preguntas sobre los mismos temas; por ejemplo, las relaciones de poder, la decolonialidad, la interseccionalidad, entre otros. Empezamos a hablar mucho sobre performance y sobre estos temas que nos movían, y casi sin planearlo ya estábamos realizando proyectos juntos. En una ocasión, hicimos un taller para el grupo de mediadores del Museo de Antioquia que se llamó justamente “Laboratorio de performance y micro-política” y nos gustó mucho la experiencia. De ahí sale el nombre de Laboratorio de Performance porque lo que hacemos es experimentar, haciendo énfasis en lo procesual y en lo que no está resuelto. Experimentamos formas del hacer desde el cuerpo.


SV:

Su trabajo tiene una relación muy fuerte con el centro de la ciudad, con la calle; además, se cruza con unas preguntas muy concretas sobre la idea de límite: hasta dónde llega la noción de institucionalidad, de establecimiento. En ese sentido, el proyecto que presentaron a la convocatoria que realizó el Museo de Antioquia para participar en la residencia La Consentida, se adecúo a la realidad del espacio de la Plaza Botero. ¿Cómo confluyeron las preocupaciones que ustedes tenían con lo que sucede en la Plaza Botero hoy en día?

LP:

Desde que empezamos a explorar el performance, nos han interesado mucho los fenómenos de distancia y cercanía social; es decir, cómo nos alejamos de ciertas personas o nos acercamos a otras y cómo eso involucra asuntos como jerarquías sociales, representaciones sociales, prejuicios, entre muchas otras cosas. Desde la práctica que hemos venido desarrollando, siempre nos han interesado esas proximidades y lejanías sociales. Con el Laboratorio de Performance empezamos a reflexionar desde muchas perspectivas: el género, la raza, la clase social, hasta asuntos como los imaginarios de ciudad; por ejemplo, hicimos una acción, que también está en la exposición de La Consentida, que consistió en pararnos en el letrero de “Bienvenidos a Medellín” que está ubicado en la avenida Las Palmas, en las afueras de la ciudad. Nos paramos en ese lugar con un cartel —señalando a los vehículos que pasan por allí— que decía: “NOS RESERVAMOS EL DERECHO ADMISIÓN”. Es el típico aviso que se pone en restaurantes, discotecas o en espacios privados, como medio de inclusión o exclusión, creando una relación entre cuerpo y texto en ese contexto especifico. Esa pregunta nos ha ido cuestionando desde diferentes enfoques; en esta ocasión, con la oportunidad de la residencia, nos centramos en la Plaza Botero; sobre todo, en ese límite que se creó este año: una cerca alrededor de la plaza que se levantó con la idea de mejorar la seguridad, pero en realidad lo que hace es crear una especie de frontera física y simbólica donde no está muy claro quién puede o no entrar.

Es importante resaltar que, si bien para la residencia partimos de la pregunta por la Plaza Botero y el fenómeno del cercamiento a este lugar, en realidad lo que queremos hacer es generar una reflexión sobre los límites sociales, de todo tipo, pueden ser fronteras geopolíticas, fronteras dadas por categorías sociales, por jerarquías sociales… si bien utilizamos como detonante el cerramiento de la Plaza Botero, en el fondo está motivado por una reflexión sobre cómo nos relacionamos entre todos como sociedad.

Nota: Para conocer más, revisa la guía coleccionable. 

Actividades performáticas

Conoce la guía de la exposición

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