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La Consentida es miradas a la obra de Beatriz González 

En el 2022 celebran sus 90 años: Fernando Botero, Aníbal Gil y Beatriz González. Si bien los tres representan distintos aspectos de la modernidad en el arte colombiano y latinoamericano, en la obra de Beatriz González esa modernidad se ve desbordada y cuestionada —desde su autodenominada perspectiva de pintora de provincia—, como un proyecto, en muchos casos, fallido.  

Este desborde ocurrió de manera progresiva y contundente desde el principio de su proceso, al tratar de consolidar un lenguaje plástico propio a través de versiones de reconocidas obras del arte Occidental. Pronto advirtió que —desde Latinoamérica— la recepción de la llamada alta cultura nunca sería una experiencia fidedigna, ya que el conocimiento de estas imágenes llega por medio de reproducciones que no dan cuenta exacta de las dimensiones ni de los colores.  

Esta aparente carencia que percibió en su trabajo fue el principio de la relación que entabló con las imágenes que encontraba en enciclopedias, revistas y periódicos, las cuales han acompañado su proceso creativo y han enriquecido su extenso archivo. Su obra las recrea exacerbando sus particularidades y también sus carencias. 

El proceso de revisión de estas imágenes también la llevó a cuestionar y a mofarse del uso cotidiano de los íconos que constituyen nuestra idiosincrasia. Así, los hechos trágicos registrados en las páginas rojas de los diarios, las figuras de los próceres del proceso independentista, los íconos religiosos y las figuras de la cotidianidad política de Colombia fueron objeto de su aguda crítica, que durante un tiempo estuvo marcada por el humor y el interés por diseccionar la dimensión icónica de estas imágenes. 

No obstante, su agudo cuestionamiento al poder a través de sus obras sobre los gobiernos de los presidentes Julio César Turbay y Belisario Betancur, y el posterior giro de su trabajo luego de la Toma del Palacio de justicia en 1985, hicieron que su trabajo adquiriera un tono distinto, en donde el humor ya no tuvo cabida. Su paleta de color se volvió más opaca y sus gestos y el archivo de su trabajo se entrelazaron en una obra que con el tiempo se ha convertido en una guía indispensable para entender nuestra violenta y caótica historia reciente. 

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