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Serie de obras de Aníbal Gil

Aníbal Gil. Huella gráfica 1956 – 2023

Aníbal Gil, el maestro del grabado

Anibal Gíl

Desde el 9 de septiembre, a las salas temporales del Museo de Antioquia llega Aníbal Gil. Huella Gráfica, 1956 – 2023, una exposición que reúne seis décadas de trabajo de este artista que es considerado el padre del grabado en Antioquia, maestro de varias generaciones y precursor de una forma de asumir el arte como un camino, como una voz. Rendimos homenaje a la obra de Aníbal Gil y a la vida que se traduce en cada una de sus creaciones: cerca de 300 grabados que el maestro le donó a nuestro Museo y que estarán exhibidos en esta exposición hasta el 18 de noviembre.

El maestro

“Grabar es escribir con sangre una declaración de estar vivo”. Con estas palabras el maestro Aníbal Gil define la devoción que siente por el grabado, una técnica que experimentó por primera vez en Florencia, Italia, a donde llegó en 1954 con la ilusión de ampliar sus conocimientos y descubrir las obras de grandes artistas, los mismos de los que le hablaba el maestro Rafael Sáenz mientras le enseñaba a pintar.

Ese amor por el arte lo acompañó desde que era niño. Aníbal Gil nació en Donmatías, un pueblo montañoso del norte de Antioquia. Sus primeros trazos fueron inspirados por la belleza de los paisajes campesinos. Nunca lo dudó: siempre quiso ser artista; por eso, se embarcó a Europa. Estudió pintura mural en la Academia de San Marcos y compartió sus inquietudes con otros artistas colombianos como Enrique Grau, Fernando Botero y Augusto Rendón.

Recorrió los principales museos del viejo continente y exploró distintas formas del arte; entre ellas, el grabado. Los primeros intentos le revelaron la magia que se esconde detrás de esta técnica: la rigidez del soporte en metal, piedra o madera contra la soltura del papel o la tela. “Imprimir un grabado es presionar al máximo posible un grito de expresión silenciosa”, dice el maestro Gil.

Después de un viaje lleno de aprendizajes y descubrimientos, regresó a Colombia en 1957 con la firme intención de explorar las múltiples posibilidades que le ofrecía el grabado. En ese entonces, poco se sabía de esa técnica en Medellín. Los materiales que se requerían eran escasos, pero eso no fue un impedimento. Comenzó a explorar la xilografía: con buril y gubia en mano tallaba una superficie de madera hasta lograr la imagen que quería reproducir; luego, llenaba de tinta esa matriz y la presionaba sobre un trozo de tela, una alternativa que encontró para reemplazar el papel, pues no se conseguía en las dimensiones que necesitaba para sus obras de gran formato.

Poco a poco fue dándole forma a su taller. Adaptó una prensa de las que se usan en las panaderías para amasar el pan y otra que sirve para modelar el cuero. Con estas herramientas empezó a estampar grabados al aguafuerte, una técnica en la que se utilizan planchas de metal

que son corroídas o grabadas en una solución de ácido nítrico. Luego quiso experimentar con la litografía, una tarea nada fácil. Después de mucho buscar tuvo la fortuna de encontrarse con las piedras litográficas de la Litografía de Jorge Luis Arango, fundada a finales del siglo XIX y muy reconocida en Medellín por imprimir estampillas, títulos valores, etiquetas comerciales y revistas ilustradas. Con este tesoro, Aníbal Gil siguió creando estampas y matrices que reflejaban la versatilidad y la destreza que había alcanzado con esta técnica.

Mientras experimentaba con el grabado, Aníbal Gil compartía sus conocimientos en las aulas. Fue profesor de dibujo y teoría del color en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional y director del Instituto de Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia, donde en 1964 fundó el Taller de Técnicas de Impresión Gráfica, que lleva su nombre y al que le donó sus prensas y piedras litográficas.

Sus grabados se han exhibido en distintas exposiciones y han recibido múltiples reconocimientos; además, su trabajo como pintor, dibujante, escultor y muralista también ha sido destacado. En 1957 recibió el primer premio de grabado y el primer premio de pintura al óleo en el Segundo Salón de Artistas Antioqueños. En 1964 realizó una exposición de grabados en el Museo de Zea, hoy Museo de Antioquia, y en 1968 participó en la exposición colectiva Arte Nuevo para Medellín que se considera un hito en el arte contemporáneo antioqueño y fue preámbulo de la primera Bienal de Arte Coltejer.

Han sido seis décadas dedicadas al arte y a explorar la técnica del grabado, lo que convierte al maestro Gil en pionero de las artes gráficas en Antioquia y en un referente colombiano en este campo. Un trabajo que se traduce en más de 300 obras, entre grabados y matrices, que, gracias a su generosidad, fueron donados a nuestro Museo en el 2022. Estas piezas reflejan un amplio espectro de emociones, de luces y sombras; además, evidencian el trauma, la ausencia, la violencia y la angustia que nos ha legado la modernidad, pero también transmiten calma y son una exaltación de la vida, la espiritualidad y la belleza.

La exposición

Para honrar la vida y la trayectoria artística del maestro, el Museo de Antioquia presenta Aníbal Gil. Huella Gráfica, una retrospectiva del trabajo este artista como grabador, que parte de sus primeros grabados realizados en 1956, hasta las piezas más recientes. Son 152 estampas y 124 matrices reunidas en las salas temporales del Museo. Como lo afirma Santiago Londoño Vélez, curador de la exposición, es “una experiencia visual única que repasa los principales hitos del legado de quien puede considerarse como el padre del grabado en Antioquia”.

El recorrido comienza en la Sala negra; allí, se reúnen las primeras piezas de su obra gráfica, grabados que reflejan el dolor que sintió al regresar a Colombia, en 1957, después de su viaje a Europa. En ese momento se encontró de frente con la violencia que azotaba a su país; especialmente, lo conmovió el conflicto que se libraba en los campos. Ese sinsabor lo plasmó en su obra con la que quiso expresar solidaridad y compasión con los campesinos. En esta sala hay imágenes alusivas a masacres, atentados, multitudes desesperadas, situaciones angustiosas, rostros descompuestos, gritos ahogados, mujeres suplicantes o sumidas en la tristeza.

Como lo afirma Santiago Londoño, “no es nada distinto a lo que vivimos hoy. Aunque son obras que creó en los años sesenta y setenta están tan vigentes como si las hubiera hecho la semana pasada. Es muy impactante ver la preocupación del maestro por la situación social de los menos favorecidos. Estas obras están reunidas en una sala oscura que alude mucho a ese clima de desolación, de angustia, de injusticia que percibía el maestro”.

Luego aparecen dos obras que marcan una transición en la obra del maestro: ¿Quiere usted la paz? y La paloma, las cuales expresan el ideal de una esperanza de paz que aún no llega para redimir al ser humano. Estas piezas demuestran la maestría alcanzada por Aníbal Gil en las técnicas de grabado en metal. “Esta zona de transición, que es gris, marca el paso de ese mundo oscuro, dramático y violento hacia un espacio que inspira calma y nos muestra la belleza”, explica Londoño.

La Sala blanca es ese lugar que reúne las obras del maestro que exaltan la vida y la espiritualidad. Grabados que conducen por “un camino más lírico e intimista, en el que, sin olvidar la figura del campesino, descubre un mundo interior, que lo aparta de la realidad externa y lo afinca, ensimismado, en la afectividad, la contemplación, la ensoñación, la belleza”, como lo señala Londoño. En esta sala las protagonistas son las mujeres coronadas, las parejas abrazadas, los jinetes que parecen galopar hacia la libertad y, sobre todo, la figura emblemática de la paloma.

En el hall que conecta las dos salas hay una evocación del taller de Aníbal Gil, ese lugar donde el maestro ha experimentado la magia del grabado. “El proceso de grabar es alucinante, y solo se vuelve realidad cuando se mira la estampa”, dice. En este espacio los visitantes podrán ver puntas, buriles, ruletas y rascadores, algunas de ellas hechas por el mismo artista; además, hay rodillos, tintas, matrices de metal, madera, linóleo y piedras litográficas. Todas estas herramientas cuentan la historia del maestro y de sus grabados, los mismos que están reunidos en esta exposición que, como lo señala Santiago Londoño, nos muestra una obra que sigue vigente: “Yo creo que las personas que visiten Aníbal Gil. Huella Gráfica se van a llevar grandes sorpresas, porque el desarrollo que hizo el maestro de las técnicas de grabado es realmente sorprendente. Es como ir a visitar al papá o al abuelo, pues es un artista imprescindible para entender los inicios del grabado en la ciudad”.

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