Hoy despedimos al maestro Fernando Botero, nuestro gran mecenas, un artista extraordinario que aportó una mirada propia al arte contemporáneo. Su nombre se ganó un lugar en la historia del arte nacional e internacional gracias a esa manera única de ver el mundo y al uso magistral del volumen, la proporción y el color.
El maestro Botero nació en Medellín el 19 abril de 1932. Muy pronto supo que quería ser pintor. Creció en un ambiente difícil para un joven que quería descifrar los secretos que se esconden detrás de las obras de grandes aristas: el manejo de la luz, la paleta de colores, el equilibrio en la composición. A pesar de la falta de información y de estímulos, el maestro persistió: con el dinero que se ganó en un concurso de pintura viajo a Europa para descubrir ese mundo con el que siempre había soñado. Fue un autodidacta: leía, visitaba museos y simplemente pintaba. A los veinticuatro años, mientras trazaba un bodegón con mandolina, tuvo una revelación: la exaltación del volumen y la monumentalidad serían la semilla de su estilo. Desde entonces, sus pinturas, esculturas y dibujos, que son un deleite estético, comunican sensualidad y exaltan la realidad.
Su prolífica obra no solo le ha aportado formas originales al arte, sino que también ha sido un símbolo de inspiración para los artistas más jóvenes; además, con sus donaciones, tanto en Bogotá como en Medellín, hizo un aporte invaluable al conocimiento del arte para propios y visitantes, y para los antioqueños hizo propia la tarea de fortalecer el Museo de Antioquia. Gracias a su generosidad tenemos la fortuna de contar con 189 piezas que nos hablan de la trayectoria de un artista que siempre fue ejemplo de filantropía, vocación y tenacidad.
Fueron 91 años de vida dedicados al arte. Acompañamos a su familia en esta despedida, honramos su memoria y le decimos: gracias, maestro Botero.
