La Consentida 2020

Las salas de larga duración del Museo de Antioquia Historias para Re-pensar, Promesas de la Modernidad y La persistencia del Dogma, están planteadas como plataformas de pensamiento que abordan críticamente la historia del arte local y nacional de los últimos 250 años, este amplio arco de tiempo abarca reflexiones y obras que van desde el periodo de la colonia hasta el presente. Este enfoque curatorial se ocupa de problematizar las certezas que sobre estas historias se han tenido hasta ahora a través de problemas de investigación que plantean maneras no lineales de leer el Museo y su colección. Esta relectura generalmente divide el espacio de las salas en ejes y capítulos, que gracias a su profundidad conceptual y al uso de apoyos museográficos y material de archivo, terminan excediendo los límites del arte, ampliando el campo de acción teórico del Museo a temas políticos, culturales y sociales.

El objetivo general de la Consentida para el 2020 es desarrollar una deriva o reflexión sobre temas o ejes tratados en una de sus salas de larga duración, como una forma de profundizar o ampliar las posibilidades de los mismos, potenciando el carácter crítico y analítico que los caracteriza gracias al aporte de la reserva de la colección que se usa en La Consentida, y a la presencia de las múltiples voces que se suman a la construcción de contenidos con el  proceso de curaduría colectiva.

La sala escogida para la investigación curatorial es:

Promesas de la modernidad

Esta sala cubre la segunda mitad del siglo XX, a través de las obras expuestas allí es posible ver en términos generales como los presupuestos de desarrollo, innovación y confianza en el progreso que trajo la modernidad, transformaron a la sociedad y al arte. No obstante, a la par del progreso y de los aportes de las vanguardias a las propuestas de los artistas que exploraron múltiples lenguajes y posibilidades expresivas, en la sala se puede ver un malestar creciente de la cultura y de la sociedad que al final del recorrido es palpable en obras recientes que abordan la desigualdad, la violencia y los conflictos del país, lo que permite pensar que no todas las Promesas de la modernidad se cumplieron para todas las capas de la sociedad. Por estos motivos la protesta, la denuncia y el descontento se hicieron cada vez más evidentes en muchas de las obras de los artistas en el país.

LAS PROMESAS DE LA MODERNIDAD

Pesadilla, 1973. Jorge Cárdenas (1931/2018)
Pintura (óleo/tela). Colección Museo de Antioquia                
Conoce más                       

En Colombia, principalmente en Antioquia, el siglo XX llegó acompañado de una fugaz ilusión de bienestar para todos. La modernidad se asoció a una visión de la “civilización y progreso”, enmarcados por la industrialización, las obras de infraestructura y el rápido crecimiento de las ciudades. No obstante, paralelo a ese ideal de prosperidad, la modernidad trajo también una promesa incumplida que se reflejó en desigualdades, pauperización, luchas sociales, y esencialmente, un cambio en las mentalidades en lo político, la ética y las estéticas.

En la segunda mitad del siglo, tanto el arte como la cultura dieron cuenta del entusiasmo -y paradójicamente del desmoronamiento de esas ideas-, que permitieron libertades y búsquedas que transformaron las formas y los fines de la idea de lo moderno hasta entonces. Como señala Marshall Bergman en su libro Todo lo sólido se desvanece en el aire (1982), el sistema de vida consumista e individualista, tal como nos impulsó al progreso, irremediablemente nos separó y anestesió muchas de las promesas de cambio: reivindicaciones de género, étnicas o sexuales, participación democrática, revoluciones unas fallidas otras vigentes. Dinámicas que acallaron la protesta, agudizaron la inequidad, la exclusión y la violación sistemática de los derechos a minorías, emergentes e invisibilizados. De allí se hace más urgente, que cuando éste estado de cosas pase, haya una reestructuración del pensamiento social, una suma de aprendizajes para caminar sobre los pasos perdidos de la modernidad, llenando los vacíos dejados por su loca carrera en detrimento del anhelado estado de bienestar.

Cuando las personas una vez se haya superado la crisis actual, pongan en valor lo que ha sido verdaderamente vital, lo que nos ha salvado o lo que nos puede salvar, que es lo público: lo que esencialmente nos cohesiona, que es lo que nos une en democracia y define como sociedad; entonces, le daremos toda la importancia, ya no como una promesa fallida a lo público, lo común, y no lo individual, que es lo que el sistema económico nos ha vendido históricamente; así, seremos más consecuentes con asuntos como la salud pública, la ciencia, la investigación, la educación, y esencialmente con la cultura, como derechos. 

Está en nosotros hacer de esta crisis extraordinaria un tiempo fértil, compartir enseñanzas, unir fuerzas para las luchas (la reivindicación de derechos y exigencias que se avecinan) que se avecinan, que serán múltiples y variadas para el bienestar común. Pero sobre todo para tomar determinaciones conjuntas, con argumentos plurales, y así, transmitir a quien sea el eco de un mundo más sostenible desde la resignificación de valores, con conciencia crítica y a su vez corresponsable. La mayor enseñanza es que hay que cambiar, no podemos volver a la normalidad, porque la normalidad no funcionó. Necesitamos otra forma de pensamiento y actuar: otro modelo social, otro modelo político, otro modelo económico, algo que miré más hacia lo común, hacia lo que nos une, no hacia lo que ahonde las diferencias, no hacia el individualismo exacerbado y excluyente.